Estoy quebrado, hipotequé todo lo que tenía, vendí lo que se podía vender y me falta poco más de medio millón. Estoy desesperado.
Hoy es el tercer día y no he podido dormir, le dije que no había completado el dinero, me dijo que mi querida saldaría la cuenta por completo y que lo más probable sería que con intereses. Ahora sólo espero la llamada.
Recibí su llamada pasando las siete y no sabía que sentir, por una parte lo odio, el sólo imaginar lo que le ha hecho vivir a mi Andrea me hace querer matarlo a golpes pero también es él quien tiene mi alegría en sus manos, la extraño y la necesito.
Recibí su llamada pasando las siete y no sabía que sentir, por una parte lo odio, el sólo imaginar lo que le ha hecho vivir a mi Andrea me hace querer matarlo a golpes pero también es él quien tiene mi alegría en sus manos, la extraño y la necesito.
Sus órdenes fueron exactas, -Dejas el dinero, caminas un kilómetro y esperas media hora para saber dónde recoger a tu "Princesa". Claro que era muy estúpido hacerle caso pero no tenía de otra. Puse el dinero en una maleta y un candado con una contraseña que él me pidió, no se cansaba de jugar conmigo, la combinación era la fecha de cuando me había despegado de mi mujer.
Caminé el kilómetro y ya sentía su aroma, ya sólo tenía mi moto, el regalo de mi papá antes de que nos separáramos, no la pude vender y aunque alguien me hubiera ofrecido algo, jamás lo haría. Estaba medio kilómetro más allá de los mil metros que ya había caminado, llegué a ella e inmediatamente vi el reloj, faltaban siete minutos para la llamada y debía estar al pendiente de mi teléfono porque a la hora que me decía que haría algo, lo hacía.
La tenía que recoger en los límites de la ciudad en una especie de bosque, temía por mi hijo y mi querida, copié textualmente la dirección para llegar y aceleré, nunca hubiese ido sin protección, llevaba un pequeño revolver. Llegué, detuve el motor metros antes y me dirigí a una especie de entrada que me había descrito, no se percibía nada, tenía que ir descifrando el camino con miedo de caer, pero algo me guiaba, sabía a donde iba sin necesidad de ver, resbalé y rodé unos cuarenta metros hacia abajo y fue justo en el momento que me incorporaba que la escuché -¡Ayuda! ¡Alguien ayúdeme por favor!- su voz sonaba un poco distinta pero no le di importancia, era ella y me negaba a pensar otra cosa, sólo sabía que debía ir por ella, fui siguiendo sus gritos que cada vez se escuchaban más, mi adrenalina subió y vi la sombra, amarrada a un árbol e indefensa, corrí y desate sus manos aún sin verla y cuando me abrazó, supe inmediatamente que no era Andrea, ella creyó que yo era su novio, después oí el cañonazo y mi pierna comenzó a enfriárse, caí, ya no hallaba motivo para vivir y él se acercó a mí, comenzó a patearme y gritaba:
—Maldito vas a pagar lo que le hiciste, acabaré con tu miserable vida. -sus patadas cada vez eran más fuertes pero yo iba sintiendo menos-.
—Déjalo, fue él quien me salvó, su novia no se cansaba de gritarle pero él no escuchaba. Fue hasta que lo abrazó que se detuvo.
Me ayudó a levantarme y llegamos a su coche, era un buen coche...
Una semana después abrí los ojos, estaba en un hospital, muy elegante y estaba conectado a una infinidad de aparatos, no quería vivir, llegó la pareja que había juntado de nuevo, la muchacha en una silla de ruedas y él; empujándola, en el indice de ella relucía un anillo, así comprendí que él era una persona con un buen nivel económico. En cuanto se acercó a la cama empecé a atacarla con preguntas ¿Estabas con ella? ¿Qué le hizo? ¿Y mi hijo? ¿Viven? ¡Dime algo!. Recaí.
Esta vez, tardé únicamente dos días para despertar, me dieron de alta y en la tarde la feliz pareja me invitó a comer, acepté a pesar de no querer hacer nada pero necesitaba respuestas.
Victoria, así se llamaba la futura esposa, me dijo que respondería lo que fuera pero primero la debía dejar hablar, estuve de acuerdo e inicio:
-Yo llevaba cerca de una semana amarrada cuando escuché los gritos, sabía que era otra chica, la ató al otro extremo de la habitación y nos dijo que seríamos libres en tres días -una lágrima comenzó a bajar por su mejilla- me dijo que se llamaba Andrea y tenía mucho miedo, me contó que tenía una sorpresa para ti, su novio, ¡estaba embarazada!, te lo ocultó dos meses porque ella sabía de tus problemas en el trabajo. Ella hablaba de ti como su héroe, quien siempre estaba con ella y fue así como me confesó su mayor temor, ella no concebía la idea de faltarte pero sabía que su embarazo era demasiado riesgoso; aún así no se derrotaba, se aferraba a la vida para verte cargando a ese bebé que ya hasta nombre tenía. Su cara cambió por completo y no necesitaba preguntarle pero Victoria me lo dijó: No lo logró, murió esa misma noche, antes me hizo prometerle que te buscaría y te diría que rehicieras tu vida, ella no quiere que te cierres al amor. Le agradecí sus palabras y no tenía nada que preguntar.
...
Año y medio después me puse ese traje que tanto le gustaba a Andrea verme y subí a la moto, fui padrino de Josué, que era como Andrea había llamado a nuestro bebé, y ahora era el niño de Victoria y Leonardo, con quien formé una sociedad, ya en la iglesia encontré a mi novia con una hermosa panza y una pequeña Andrea en camino.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario