Recuerdo que la noche previa al asalto no pude dormir, nunca he dormido mucho pero esta vez fue diferente, era una sensación distinta, estaba frío, sentía algo correr por mi espalda, no estaba nervioso, no era mi primer asalto pero la magnitud no se comparaba, la adrenalina era inmensa es un sentimiento al que te haces adicto, tu piel, tus huesos, cada rincón de ti se congela, empieza a correr y explota a mil por segundo, nunca me cansaría de ese apresurado latir. Después de este trabajo, nuestra vida estaría segura por unos años... en este punto te has de imaginar que algo malo paso, y sí, estás en lo correcto.
13 de diciembre. Debíamos seguir el plan al pie de la letra, creíamos haber calculado hasta el más mínimo detalle, el coche en el que huiríamos no tenía placas y llevaba fuera del banco una semana, nadie lo había reportado por lo que inferíamos, nadie sospecharía. Ropa muy común, pasaríamos desapercibidos, él estaría adentro y cuando pasara a la caja, entraría yo con un arma, yo tomaría las pertenencias en la fila y él en las ventanillas, sonaba tan simple que ahí radicaba lo complicado, múltiples variantes imposibles de evitar.
14:30 era la hora en el reloj del banco, a esa hora entró Ismael ocultando un revólver de 5 con el cilindro vacío, hasta donde yo sabía, cuando le faltaran dos personas para pasar yo acercaría la camioneta a un lugar apartado, después de media hora llegó la hora, mi celular vibró -Ahora- era todo lo que el mensaje incluía y lo entendí por completo, fingía pedir un depósito cuando yo entré con un rifle de asalto que había obtenido en la pandilla de mi calle, el policía no lo había notado cuando yo ya lo estaba midiendo para tumbarlo con la culata, fui yo el del grito. -Todos al suelo y el que se mueva se lo lleva la chingada-. Ismael desenfundo el revólver, dio dos pasos hacia atrás y recorrió desde la caja 1 hasta la 6 apuntando, cada quien pasó una maleta en su respectiva zona y nos marcharíamos en menos de dos minutos, nuestro mejor tiempo era 1:21, pero las variantes nos traicionaron, cuando él se dio vuelta y yo recogía mi maleta se escuchó un estruendo, era pólvora, sólo pude pensar que alguien se había querido pasar de listo e Ismael lo había matado pero al voltear un señor no mayor a 50 años sostenía una .38 con la mirada fría y fija en su cuerpo, le vació el cartucho, lo supe al contar las balas, sabía que mi rifle estaba limpio pero de la revólver no estaba seguro, tuve tiempo de sobra para huir pero no pude, debía hacerle lo mismo, me acercaba mientras el seguía observándolo, a mi alrededor, nadie se atrevía a levantarse para detenerme, cuando estuve frente a él; lo levanté del cuello de la camisa, puse el cañón en su sien mientras me pedía que lo matara, claro que lo hice, pero no con aquél revólver de su bisabuelo, fueron mis puños, no recuerdo cada golpe, su cabeza sólo rebotaba contra el suelo y yo seguía llenando mis puños de su sangre hasta que el ruido de las patrulla me despertó, era muy tarde, siete balas en la espalda de mi amigo de toda la vida y un charco de sangre del estúpidamente valiente ex-policía que se atrevió a jalar el gatillo.
En el juicio me dieron 19 años por el homicidio y 7 por el robo, no había quien se preocupara por mí, así que afronté las consecuencias, lo que pasó en la prisión no tienes porqué saberlo, sólo no me arrepiento de lo que hice, pero sí decidí cambiar, lo decidí por Ismael y su familia, tengo que hacer a ese muchacho que iba naciendo alguien que su padre hubiese querido que fuera, tal vez vuelva a robar porque finalmente es un don, pero es increíble todo lo que se piensa en esas tres paredes con reja. Y después de todo fui yo el juez de ese tacaño que no pudo cenar con su familia.
14:30 era la hora en el reloj del banco, a esa hora entró Ismael ocultando un revólver de 5 con el cilindro vacío, hasta donde yo sabía, cuando le faltaran dos personas para pasar yo acercaría la camioneta a un lugar apartado, después de media hora llegó la hora, mi celular vibró -Ahora- era todo lo que el mensaje incluía y lo entendí por completo, fingía pedir un depósito cuando yo entré con un rifle de asalto que había obtenido en la pandilla de mi calle, el policía no lo había notado cuando yo ya lo estaba midiendo para tumbarlo con la culata, fui yo el del grito. -Todos al suelo y el que se mueva se lo lleva la chingada-. Ismael desenfundo el revólver, dio dos pasos hacia atrás y recorrió desde la caja 1 hasta la 6 apuntando, cada quien pasó una maleta en su respectiva zona y nos marcharíamos en menos de dos minutos, nuestro mejor tiempo era 1:21, pero las variantes nos traicionaron, cuando él se dio vuelta y yo recogía mi maleta se escuchó un estruendo, era pólvora, sólo pude pensar que alguien se había querido pasar de listo e Ismael lo había matado pero al voltear un señor no mayor a 50 años sostenía una .38 con la mirada fría y fija en su cuerpo, le vació el cartucho, lo supe al contar las balas, sabía que mi rifle estaba limpio pero de la revólver no estaba seguro, tuve tiempo de sobra para huir pero no pude, debía hacerle lo mismo, me acercaba mientras el seguía observándolo, a mi alrededor, nadie se atrevía a levantarse para detenerme, cuando estuve frente a él; lo levanté del cuello de la camisa, puse el cañón en su sien mientras me pedía que lo matara, claro que lo hice, pero no con aquél revólver de su bisabuelo, fueron mis puños, no recuerdo cada golpe, su cabeza sólo rebotaba contra el suelo y yo seguía llenando mis puños de su sangre hasta que el ruido de las patrulla me despertó, era muy tarde, siete balas en la espalda de mi amigo de toda la vida y un charco de sangre del estúpidamente valiente ex-policía que se atrevió a jalar el gatillo.
En el juicio me dieron 19 años por el homicidio y 7 por el robo, no había quien se preocupara por mí, así que afronté las consecuencias, lo que pasó en la prisión no tienes porqué saberlo, sólo no me arrepiento de lo que hice, pero sí decidí cambiar, lo decidí por Ismael y su familia, tengo que hacer a ese muchacho que iba naciendo alguien que su padre hubiese querido que fuera, tal vez vuelva a robar porque finalmente es un don, pero es increíble todo lo que se piensa en esas tres paredes con reja. Y después de todo fui yo el juez de ese tacaño que no pudo cenar con su familia.
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