Su nombre es Eduardo y acaba de recibir una llamada diciendo que su padre está a punto de morir; no se explica como le puede pasar algo así a su padre, aquél ser tan heroico conectado a múltiples aparatos que alargan su agonía, tiene miedo de llegar y no poder agradecer a su padre todos los sacrificios, no recuerda todos los reclamos que alguna vez pensó hacerle, sus ojos llenándose de lágrimas y su visión cada vez más borrosa. Semáforos en rojo pasan volando, la primer lágrima escurre por el lado derecho, no sabe si llora por el dolor que su imaginación le causa o son todas las imágenes que ve pasar lejanas en sus recuerdos, ambas mejillas se llenan de llanto.
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Al llegar a mi casa enciendo la tele y veo un accidente como ningún otro, un civic destruido en un poste de luz que terminó por caer sobre el toldo. Eduardo debió morir...
En el hospital su padre mira desconsolado por la ventana una pareja de aves directo al horizonte, recuerda todas esas veces que le prometió a su hijo de 5 años ir al bosque a pasar un fin de semana, alejados de todo y le duele recordar cómo su trabajo nunca lo permitió y al paso de los años siguió siendo una promesa. Ya han pasado 23 años desde que hizo esa promesa por primera vez, siente una pesadez en el pecho es muy similar a la experiencia del infarto que llevó hasta allí, pero no sucede, no pierde la consciencia, no se siente morir, sabe que algo no está bien.
-Le estoy diciendo que no respira señorita, carajo mande una ambulancia. Altavista pasando Diego Rivera, un Civic plateado con placas 291-MJO por favor apresúrense.
La ambulancia no tardó pero era imposible sacar a Eduardo, el coche estaba destrozado y la única forma de abrir fue desmontando la puerta y esperando una grúa que levantara el poste. Su pulso iba en decremento mientras se acercaban al hospital. Lo llevaron directo a terapia intensiva.
-Habitación 32, el doctor está esperando- fue todo lo que necesitaban escuchar los camilleros para seguir el camino.
En la habitación 23 está Alfredo con su padre desahuciado al frente y su madre derrumbándose de dolor a su derecha, —su teléfono comienza a sonar— Alfredo por respeto no se molesta en contestar pero su mamá sabe que esperaba una llamada importante. Le pide que responda. Él camina a la puerta, es un número desconocido por lo que infiere que no es esa llamada importante, al contestar sólo alcanza a decir "Buenas tardes" su cara pierde color y su último recurso es sostenerse de la manija. -Su hermano se encuentra en el hospital Inglés, habitación 32, está en verdad muy grave.
Su mamá percibe la preocupación en el rostro de su hijo mayor pero tiene miedo de recibir más noticias malas. Alfredo no encuentra la forma de decírselo el miedo a la reacción de su mamá no se compara a la preocupación y ansiedad que lo invaden por conocer el estado de salud de su compañero de juegos.
-Mamá, Alfredo está aquí, hospitalizado, tú quédate con papá yo lo iré a ver- no dice que tan grave es y ella, por alguna razón, no lo pregunta.
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Eduardo está en coma un piso arriba de su padre, los médicos dicen que hay muy poca esperanza, Alfredo sabe que esto terminará por destruir a su madre. Dos horas después su mamá se entera, no supo cómo tomar la noticia, se pasmó, parecía que su mirada se terminaba de vaciar, el último rastro de esperanza se esfumó con esas palabras, su hijo menor, el que siempre la llenó de problemas, el consentido de su papá, el que siempre pidió que se pareciera a su hermano mayor pero en realidad nunca lo quiso, ese mismo ahora necesitaba un nuevo corazón para seguir disfrutando de toda la vida que le quedaba por venir. El resto de la familia no tardó en enterarse pero Eduardo sólo era un nombre más en la lista de espera. La pesadez en el pecho de Humberto, su padre, seguía presente y él de alguna forma había logrado levantarse junto a la ventana, su mujer abrió la puerta y al verlo con la mano en el pecho, sólo alcanzó a decir
-Es Eduardo.
-Lo sé.
-Es Eduardo.
-Lo sé.
-Puede morir en cualquier momento, necesita de un corazón.
Finalmente hubo una buena noticia, Humberto tenía donador 100% compatible, su cardiopatía sería curada. Por un momento todos se aliviaron de la gran carga que habían estado llevando los últimos días, menos Eduardo. Cuando Humberto se enteró del donador no pensó en nada que no fuera hacerle estudios a su hijo menor para salvar su vida a costa de la pésima cálidad de vida que él llevaría, Sara le pidió a su esposo que lo pensara bien pero finalmente él tenía la razón, no había nada que pensar, nada podía ser más valioso. Fueron horas de espera e incertidumbre pero era posible, el corazón podía salvar su vida aunque no con la misma compatibilidad. A Humberto lograron diseñarle un tratamiento con miles de medicamentos que le darían un poco más de vida, esa misma noche fue dado de alta pero no dejó el hospital; simultáneamente Eduardo entraba a quirófano acompañado de un ejército de santos enviados por su madre. La operación fue "de rutina". Al siguiente día Eduardo comenzaba a abrir los ojos, incómodo y muy dolorido pero a fin de cuentas; vivo. Para salir del hospital fueron necesarios casi 15 días e instrucciones precisas para seguir el cuidado, la familia vivió tranquila un tiempo más, ocho meses, seis días, dos horas y once minutos exactamente hasta que Humberto murió feliz y tranquilo, después de todo, pasaron un fin de semana en el bosque.